CABALLO
(Pieza en un acto)
© Reynaldo
Disla – 1980
Personajes:
CABALLO
PADRE
VECINO
VOLANTA
AURELITO
CATEQUISTA
NIÑOS
DEL CATECISMO
MADRE
POLICÍA
ENANITO
GLADYS
NIÑOS
PRESOS: MANGANZÓN, OTRO Y UNO
GUARDIA
SICÓLOGA
TITIRITERO
HIJA
DOS
CUSTODIOS
PROMOTORA
ESCENA I
La luz centra
la cara de Emérito Padilla (CABALLO), niño de 12 años. Está sentado. Cara al
público, sonriente, picarón, mientras se oye la voz del CURA y el tecleo de una
máquina de escribir.
VOZ DEL CURA.
Emérito Padilla Brazobán. Once años. Dos años en esta institución. Delincuente
común. De 1978 a 1980 dirigió una pandilla de niños que se ocupaba de hurtar relojes
y joyas. Detenido el 5 de marzo de 1977
por colaboración en el robo a una residencia de la cual sustrajeron dinero y
prendas. Liberado el 7 de marzo del mismo año y trasladado a este centro de
reeducación. (Tose.) Despachado el 14
de marzo del mismo año por no tener nuestra institución presupuesto para tantos
internos. Lo trajeron el 22 de marzo del mismo año por robo aunque el tribunal
tutelar no encontró pruebas suficientes, desde entonces está como interno. Se ha fugado dos veces, el infeliz.
La luz ilumina
completamente al actor que representa a Caballo que cuenta una anécdota y
ejecuta la pantomima de la misma. Sale de su casa, busca a un amigo, van a un colmado,
luego roban, los apresan, está en la cárcel. Es un brevísimo relato de un
asalto investigado por el actor, y que se narra en menos de un minuto.
El PADRE, trajeado
impecablemente, va despojándose poco a poco del saco, la corbata, la camisa, el
pañuelo, la correa y los pantalones que va devolviendo al VECINO, su compadre,
y queda en franela y pantalón desgastados. Apariencia de pobre. Un corazón
grabado en su brazo. El Vecino va ordenando las piezas que le entrega.
PADRE. De los
carajitos míos este es el más... más desgraciaíto. Si creen que uno tiene que estar fuñéndose detrás
de ellos. La primera vez le dije al teniente que no se volvería a repetí, pero
este muchacho ejel diablo. Me ha jodido la vida. Cuando lo despellejé con la
pela, ¿qué hizo? Pensé: no vuelve a desgraciarme la existencia. Se encaramó en la cama y me rajó la cara con
un cuchillo de mesa, y tenía siete años el maldito, deste tamaño estaba. ¡Qué
cariño va tenerle uno a un demonio así!
Pero el teniente me interroga como si yo fuera un ladrón. ¡A que
ninguno de los otros hijos míos tiene problemas, ahí están, cada uno con su
mamá, y hasta el que me cría don Fello en la Vega va para bachiller...! ¡Camina!,
¿a que no me agradeces que te sacara de esa mariconera? (Se detiene.) Mira, voy a hacer
una cosa, lo voy a mandar al Cibao donde su abuelo, para que lo faje allá, a
echar días en los conucos, para que sepa lo que es bajar el lomo como lo bajé
yo cuando era chiquito... (Caballo
murmura.) ¡Qué lo quetá hablando! (Lo
zarandea. Caballo se resiste y ocurre una pequeña lucha que termina el Padre maniatándolo, neutralizándolo con una
doble Nelson.) ¡Coño, qué lo quetá.... estate quieto, maldito!
Dos de la
pandilla, VOLANTA y AURELITO, los siguen. El Vecino ha comprado un frío frío
para Caballo.
VECINO. (Bromea.) ¡Tan tiguerón!
El Padre sujeta a Caballo.
VOLANTA.
¡Suelta a Caballo, coño!
AURELITO. ¡Anda,
volando, lánzalo, plin! ¡Contra la lona!
¡Jack Veneno! ¡Una patada, tan! ¡Agárralo
por el pescuezo! ¡Tuc, coño, ahórcalo! (Imitándolo.)
¡Ay, papá! No me des papá. (Ríe) Anda
el diablo. (Caballo sigue forcejeando.)
PADRE. No sea
pendejo. ¡Ja, ja, ja! Que para fuñir a uno... ¡Ve a ver si puede darle a
Durango Kid! ¡Qué va a poder darle! ¡Tú te cree que eres un hombre, pedacito de
gente, una mierda! ¡Siente ahí la presión de un hombre! ¡Suéltenmelo, vecino! ¡Esto
sí es una llave! (Le va doblando el
brazo. Caballo grita.)
VOLANTA. ¡Le
va a partir el brazo, abusador!
PADRE. (Soltando a Caballo.) ¡Si tú hiciste el
muchacho, llévatelo! ¡Uno hace con lo de uno lo que le dé la gana! Tú si eres
un desgraciao. Yo se lo quité al teniente. Mira, firmé este papel. (Volanta mira el papel y se ríe.) Ahí
está tu nombre. Volanta. ¡Qué si te
conocen! Como veinte fichas tuyas. El
que maneja lo carro que se roban. ¡Ojalá te agarren y no te suelten!
VOLANTA. ¡Él
se va para mi casa, coño!
PADRE. Lo voy
a mandar para el Cibao. Si sigues enchichándolo te voy a joder.
VOLANTA. ¡Ay!
¡Quién enchincha? ¿Qué es lo que me va a
joder? ¿Yo no veo al teniente todos los
días? Si cada vez que se roban algo tengo que ir allá, él se da cuenta cuando
uno roba o no, coño. Yo ya no jodo con eso.
PADRE. Tan
desgraciao, vecino. ¡Ta bueno que lo tranquen a todito y no me vuelvan a ver
más nunca! ¡Coño!
VECINO. (Levanta a Caballo por encima de su cabeza.)
¡Tan malo! ¡Bese la mano a su padrino!
CABALLO. ¡Mire,
coño!
El Vecino lo baja.
CABALLO. (Se suelta. Al Vecino.) ¡No relaje
conmigo! Usted se ríe, pero es porque yo no estaba armao. Usted no conoce a
uno. Me duele la cabeza. ¿Tienes miedo? (Volanta
contesta que sí.) Vamos a ligá la cena.
PADRE. Si te
vas con este, no pase a buscarme.
CABALLO. Es
como un martillo. Pon. Pon. Camina.
Se van
rápidamente los tres niños.
El Padre bebe
de una chata de ron. El Vecino fuma. El Padre le ofrece ron al Vecino quien
limpia la boquilla de la botella con su pañuelo y hace malabares de ron y humo.
PADRE. Ni su
mamá. Agarró y se puso a hacerle dulce.
La mitad de lo cuarto era para él y la otra mitad para mí. Lo ga'ta to. Yo, que no me vuelva sin los
cuartos de los dulces. Y nada. Usted ha
visto cosa. Se cogía todos los cuartos,
me robaba. Un día sacó dos cincuenta
que tenía en el pantalón y cuando volvió a los tres días metiéndome
cuento. Se lo bebió. Estaba aprendiendo a beber como un hombre. Un
carajito así. ¡No me vuelva más a esta
casa! Al otro día jugando al
¡Suéltalo! Yo no quiero compromiso con
el teniente... Y este que está ahora, se trata, pero el otro que estaba...
hasta preso quería dejar a uno. Yo con
él una de estas dos cosas, o no soy su papá o lo mando bien lejos...
Salen el Padre
y el Vecino.
Entran los
niños de la catequesis.
NIÑOS.
San Serafín del Monte
San Serafín Cortés
Yo como soy cristiano
Yo me arrodillaré.
San Serafín del Monte
San Serafín Cortés
Yo como soy cristiano
Yo me pararé.
San Serafín del Monte
San Serafín Cortés
Yo como soy cristiano
Yo me sentaré.
CATEQUISTA. ¡Respeten la hora de Dios! ¡El Ave María!
¡Una estampita de San Esteban al que haga
correctamente la señal de la Cruz! … Dios quiso que su hijo Jesucristo naciera
en un pesebre, sin casa, pobremente, para darnos a nosotros ejemplo de pobreza:
que lo que vale no es solamente el dinero sino el espíritu. Así que nosotros daremos
gracias a Jesús Niño porque somos pobres como él. Nosotros no nos avergonzamos de ser pobres...
Al revés, estamos orgullosos por así parecernos más al niño Jesús... (Siguen cantando.)
Se ilumina a la MADRE.
MADRE. Sí,
desde pequeño sembré en él la semilla de la fe cristiana. Yo sólo podía llevarlo
a la misa los domingos. Tenía que trabajar. Lavar la ropa por paga, lo hacía
quedarse con doña Amantina, la catequista. Yo no tengo la culpa.
CATEQUISTA. ¿Quieren
preguntarme algo...? ¿Alguno quiere
preguntarme algo?
CABALLO: Sí,
¿el diablo es rico?
Salen niños y Catequista.
MADRE. El diablo. Siempre vivía mencionando al diablo. Le
simpatizaba más que Jesús. Un día me
dijo.
CABALLO. (Haciendo un cuchillo de palo.) Mamá.
MADRE. (Lavando.) ¿Qué te pasa?
CABALLO. Si
uno va al monte y llama al diablo, y le pide cualto, ¿él se lo da a uno?
MADRE. ¿Y
para qué tú quiere saber eso?
CABALLO. Oh,
y a nosotros ¿no nos hace falta cualto?
MADRE. Pero
no es el diablo que le da cuarto a uno, sino uno que lo consigue trabajando. Es
a Dios que hay que rezarle para que nos ayude, si uno se porta bien, Dios oye
todo lo que uno le dice.
CABALLO. ¡Anda
la porra, más de lo que yo le rezo!
MADRE. Sí, él
rezaba, yo estaba contenta.
Padre entra.
MADRE. Cuando
Raúl llegaba borracho a casa se lo decía: ¡Les estás dando mal ejemplo a tus
hijos!
Ella espera la
respuesta. El Padre se queda un momento mirándola y se “peya”, sonándose un sobaco
con la mano. Se va.
MADRE. Pero
él no me hacía caso. Después Emérito se juntó con esos tígueres. Yo pensaba, este va a estudiar, este
sí. Pero luego quedé encinta de Luisa, y
después de Mercedita, no tenía tiempo de ocuparme de él. Le hacía dulces para que saliera a
venderlos. Cómprate cuadernos con lo que
te quede, pero él no me hacía caso.
Andaba por ahí jugando a la lucha libre con todos los muchachos del
barrio. Jugando chata y tiguereando.
Entra la Catequista.
CATEQUISTA.
Su hijo ya no asiste. Si ya estaba listo
para la primera comunión. ¿Por qué no viene?
MADRE. Se lo
voy a mandar. Yo no sabía que había dejado de asistir.
Se retira la Catequista. Entra Caballo.
MADRE. Pero
él se resistió. Le dije que doña Amantina que irías al catecismo.
CABALLO. Yo
voy para el malecón el domingo.
MADRE. Pero
ve antes al catecismo. ¿A qué vas al
malecón?
CABALLO. A
pescar. (Le da dos pesos a la madre.)
MADRE. Y me
dio dos pesos. Fue lo primero que me dio, después, llegaba con uno, cincuenta
centavos, le preguntaba y me decía.
CABALLO.
Estaba pescando.
MADRE. Yo no
sabía nada. Tan ocupada que tiene que estar una con todos los oficios de la
casa. Aguantar al marido y encima todo
esto. Me traía pedacitos de quinielas. Luego dejó de traérmelos. Había crecido, había engordado.
CABALLO. Un señor rico me paga para que le lave el
carro, le limpio el jardín de yerba, también, y le hago mandao a su mujer. Yo como allá.
Caballo se retira.
MADRE. Luego
supe que estaba robando. No lo podía creer. Nos llamaron de la policía.
Dos policías entran con sus asientos.
POLICÍA. Su
nombre completo.
MADRE. María
de los Ángeles Brazobán.
POLICÍA.
Brazobán. ¿Actividad? ¿Labores
domésticas?
MADRE. Sí.
POLICÍA.
Do-doméstica. Deme su cédula. (La mujer le pasa la cédula.)
MADRE. ¿Qué
fue lo que hizo?
POLICÍA. (La mira.) Robaron televisores, radios, tocadiscos.
Partieron la vitrina. Entretuvieron al
sereno. Saben mucho esos carajitos. El
suyo es el jefecito de la pandilla. El Caballo.
Contestón el muchacho. Morenito, con la cabeza puyúa… ¿Sí? Lo van a mandar para el Albergue. Usted tiene que venir con el papá del
muchacho, para que sepan qué es lo que tienen que hacer.
Entra el Padre.
MADRE. Pero
Raúl estaba borracho. ¡Te fijas en el
lío que está metido Emérito! ¿Para qué
le hablaba?, la borrachera entonces le cogía con estarse quieto mirando el
cielo, como esperando.
Sale el Padre, entra Caballo.
MADRE. Mi
hijo estuvo dos días preso y al tercero lo llevaron a la Casa Albergue. Yo, cuando podía, iba a verlo. (A Caballo.) ¡Oh! ¿Cómo te tra...
CABALLO. (Se encoge de hombros.)
MADRE. Mira,
galletitas... dulces.
CABALLO.
Dásela a la sicóloga, pa que losotro no me la arrebaten.
MADRE. ¿Ah,
sí?
CABALLO. Es
la pelaíta, que está en la primera oficina, cuando se entra.
MADRE. Sí. (Lo abraza.) ¿No preguntas por tú papá?
CABALLO. ¿Se
murió?
MADRE. No.
CABALLO. ¡Ah,
ombe!
MADRE. Mira,
tres pesos. (Caballo los coge.) No
fumes.
CABALLO. Lo
cura no dejan.
MADRE. ¿Y la
comida?
CABALLO. (Gesto dubitativo.)
MADRE. Pero,
¿comes?
CABALLO. (Dice que sí con la cabeza.)
MADRE. No te
peinan, no te peinan. (Lo peina.) ¿Y la causa?
CABALLO. Los
viernes.
MADRE. ¿Qué
viernes?
CABALLO.
Todos los viernes.
MADRE. ¿Y por
qué…?
CABALLO. Lo
dejan pa depué. (Le pasa un bulto.) Ropa sucia.
MADRE. No te apure.
Tú sale pronto... yo rezo por
ti. Pórtate bien para que te traten
bien. No pelees con los otros. ¿Tú te
portas bien, verdad? ¡Tú no sabes la
falta que me haces! ¿Si te portas bien
te dejan ir los fines de semana?
CABALLO.
Quién sabe.
MADRE. Pórtate bien.
CABALLO.
Okey, vieja. (La besa.)
Oscuro.
ESCENA 11
Un birrete y
una toga al fondo.
CABALLO. (En el proscenio.) El Enanito jodía con
el radio todo el día para arriba y para abajo. Debía valer mucho. Era gande, muy grande. Me enculillan los tipos así. Para arriba y para abajo. Tun. Tun.
Con el maldito radio. (Aparecen
Aurelito y Volanta, corren en cámara lenta.) Yo no sé por qué hombrecitos
así están vivos. Lo acechamos. Venía por el cementerio de la Máximo Gómez.
Enanito viene con un radio. Los niños lo
interceptan.
ENANITO. ¡Qué
pasa!
VOLANTA.
Hola, Rafucho.
ENANITO.
¡Hola, ¿qué pasa?!
Los niños le
hacen “el atraco de la risa”: Lo cercan, riéndose y vociferando bromas le hacen
cosquillas, le empujan y le arrebatan el radio. Enanito se resiste. No se nota
bien, pero es Caballo quien le hiere un brazo con un chuchillo. Enanito huye.
CABALLO. Era “el
atraco de la risa”, podía pasar cualquiera y creería el muy pendejo que estábamos
jugando. Pero ese maldito radio fue el que trajo el lío al grupo. ¡Qué se creía
Volanta! Ese radio era para oír música, si quería cuarto robábamo cuarto.
VOLANTA: E pa
lo cuero de Mari Conchita. Cada vez que paso me dice la Pinta que si la
sobadera e grati. Y eso que le regalé una cadena la semana pasada.
CABALLO. Eto
e pa la música. (Baila un momento, junto
a Aurelito, el tema “Night Fever” de los Bee Gees.)
VOLANTA. (Furioso.) ¡Pasa!
CABALLO. ¡Si
sigue jodiendo te corto!
VOLANTA. ¡Coño,
que no sabe robá sin cortar a la gente! ¡Asesino! Te van a joder, cuando el Enanito
diga.
CABALLO. (Se pasea, tomando aire, rabioso estalla.)
¡Maldito, cállate! (Por Volanta.) Me
taba haciendo añugar del pique.
VOLANTA. Lo
que te pasa e que te van a coger por pendejo.
A que cuando soy yo que mando la vaina toel mundo sale limpio, y ni so'pechan
de nosotros. ¡Bicho el diablo!
Caballo se le va encima. Pelean. Volanta lo domina.
AURELITO.
¡Ay, coño! ¡Partía e pendejo! Dejen eso, coño. Ta bien, pártelo. Mira, dame a mí para que vea. ¡Ay, coño, e de verdad! (Asustado.) ¡Ah, mira, yo me voy, no me metan en ninguna vaina,
yo no he matao a nadie!
Caballo se suelta.
CABALLO.
¡Mira, vamo a dejalo!
VOLANTA. (Se ríe.) ¿Te da cuenta?, ¡eh!
Caballo agarra
desprevenido a Volanta y lo tiende.
Aurelito trata de separarlos. Caballo aturde a golpes a Volanta.
AURELITO. ¡Mira,
yo estoy contigo! ¡Pero, déjalo, no embrome…! ¡Ta bien, dale! (Atareado.) Mierda, ¿lo vas a
matar? Mira, Caballo, ¿tú no estás
viendo? ¡Suéltalo!
CABALLO. (Soltando a Volanta.) ¡Empatao! Estaba
bien con lo muchacho, pero era seguro que íbamo preso. Lo policía me buscaron
en mi casa, ¡como si uno fuera bobo!
MADRE. ¿Qué
quieren que yo haga? Tengo gana de desgaritarme
y no volver más nunca, ni saber de ti, ni de ninguno. ¡Quisiera morirme! Yo no
aguanto. ¡Acércate, ven, te voy a dar un correazo! (Se sofoca.) ¡Me voy a morir! ¡Dios mío! (Caballo, fastidiado, le echa fresco. Entra el Vecino y le ayuda.
Caballo se aparta, receloso. A Caballo.) ¡Vete, no te quiero ver! (Llora. El Vecino la consuela.)
Se esfuma la
Madre y el Vecino. Entra GLADYS, prostituta.
GLADYS. La
última vez que lo vi, vino maltratao, había peleado, y sabía que al otro día
estaría preso. Era un bichito, pero
siempre tenía los bolsillos llenos, y se botaba brindando ron y cerveza. Me dijo que lo escondiera.
CABALLO.
Mami, escóndeme. ¡Ellos creen que me agarran!
Pero e si yo quiero. ¡Mami, escóndeme!
¿Tú si me quieres, verdad?
GLADYS. (Lo abraza.) Sí.
CABALLO. No.
La mujere no entienden. Toda son una maldita.
GLADYS. Sí.
CABALLO. A
veces sueño con una barranca honda, y me voy cayendo, cayendo y nunca caigo y
después estoy en una zanja jodiendo con una chiva y me orino en la cama. Ahí me
despierto.
GLADYS. Yo
sueño con culebras, se me suben por los pies. Dejo de beber ron y sueño lo
mismo. ¿Me ta oyendo? Yo creo que tú
tiene' la culpa. Tan hijito de la gran
puta. Tú ni bota.
CABALLO. Pero
se me para.
GLADYS. Son
muchas culebras, se retuercen, y yo tengo un miedo grande. Y llamo pidiendo ayuda, pero la voz no me
sale.
CABALLO.
Mañana segurito toy preso.
GLADYS. ¿Qué
hiciste? … ¿Qué qué hiciste?
CABALLO. Por
tar de pendejo herí a un maldito enano.
GLADYS. (Se ríe.) Aprovéchate, rápido. Y sal de
una vez.
CABALLO. Escóndeme
maldita. (La aprieta más.)
Se esfuma Gladys. Zona de la cárcel.
CABALLO. E
sencillo: cuatro paredes y no poder salir, pase lo que pase, esto e pa losombre.
Algunos
registran a los que llegan a la cárcel. Otros están tirados en el suelo.
Algunos dormitan o juegan cara o cruz.
UNO. Apaguen
la luz.
CABALLO. (A uno que va hacia el Guardia.)
¡Atrévete a apagarla, coño!
MANGANZÓN.
¡Por qué me tienen aquí, si yo no hice nada! Yo sólo estaba pidiendo. ¡Sáquenme
de aquí! ¡Tú sabe lo que es eso, porque yo no estaba haciendo nada! (Lo repite. Uno que está durmiendo lo calla
de una bofetada.)
OTRO. ¿Quién
va a dormir conmigo esta noche? Coño ¿quién va a dormir conmigo esta noche? (Saca una puya del zapato. Le pasa la mano a
dos.)
CABALLO. No
te metas con mi novia. (El aludido se
levanta, ofendido, pero le dan dos correazos.)
UNO. ¡Ay,
coño, yo quiero salir de aquí pa que vean!
GUARDIA saca la cabeza por la rejilla.
VOLANTA.
Déjenme espacio, que me voy a acotá… Un loro taba viendo do orinando y le dice:
“Apáguenme el culo”... ¡Coño, ríanse!
AURELITO. (Amenaza a uno.) ¿No te va a reí, coño? (Algunos ríen.)
VOLANTA. Una
mujer se ta bañando en cuero en un río y uno que la ta mirando desde arriba del
puente le vocea: “¡Hey, doña, ¿usted le ta dando de bebé agua a ese pájaro?!” Y
dice la mujer: “Déjalo que beba que se acabó de tragar un salchichón ahorita
mimo”.
Algunos hacen
brevísimas anécdotas reales sobre delitos, venganzas, traiciones, abusos…
investigadas por los actores. También Caballo. Hay reprimendas, golpes,
empujones y peleas relámpago entre los niños pequeños y los grandes.
OTRO. (Al
Guardia.) ¡Qué bueno, eh!
GUARDIA. (Dolido cómicamente.) Yo no tengo la
culpa de que ustedes ten ahí.
CABALLO. Dame
esa camisa. (Alguien se la da. Se arropa
con ella.)
Varios le pegan a uno que orinó en la pared.
GUARDIA. Se callan todos, que voy a apagar la luz.
UNO. ¡Espérate!
GUARDÍA. Voy
a apagar la luz.
VOLANTA. ¡Ya,
jefe!
Oscuro. Voces
fugaces buscando placeres depravados. Se desvanece la cárcel.
Luz. Policía y
Vecino entran.
POLICÍA.
Brazobán. Siéntese. ¡Usted sí es
dichoso! Mira, vas a salir y te van a
llevar otra vez al Reformatorio, o sea, al Centro de Reeducación de Menores,
como le dicen ahora; ¡pero tú si eres dichoso!
Mira, después te van a sacar y te van a llevar a CONANI, todos los días
te van a llevar a CONANI. Como si tú fueras gente.
CABALLO. Si
me van a sacá deme mi reloj, mi cadena y mi cualto.
POLICÍA. ¡Coño,
¿pero tú no entiende?! Tú no ta en la
lista, ¿yo no te conozco?, ¿él no es tu padrino? Tú vas a estar tranquilo. Tú me tienes que prometer, y estoy hablando
en serio, que tú te vas a portar bien, a ti te van a dar la comida, el pasaje,
y una beca… Ni vas a pasar por el tribunal. Es un favor… que te hago porque soy
evangélico y no quiero que a ningún hijo mío le pase eso… y porque él (El Vecino.) me lo ha pedido.
VECINO. Tú
tienes que decir que te vas a portar serio, para que él te crea. Yo soy el responsable, ¿entiendes?
CABALLO. ¡Suéltenme
si me van a soltar!
VECINO.
¡Mira, no sea…! ¿Qué tú te crees? Es por tu mamá que te estoy ayudando. ¿Tú no
comprendes? Es a tu mamá que yo estoy ayudando.
CABALLO. Si
mi mamá se metió a cuero…
POLICÍA. ¿Tú
no tienes cabeza? (Le da una bofetada.)
Si tú vuelves por aquí e con un güebo de toro que te voy a dar, ¿oíste? ¡Cámbiese la ropa!
Caballo empieza a cambiarse la ropa.
VECINO. ¡Tan desgraciaíto!
El Vecino y el
Policía increpan, reprenden e insultan a Caballo en lenta pantomima. El Padre y
la Madre en ritmo normal.
PADRE. Ni su mamá. Agarró
y se puso a hacerle dulce. La mitad de la cuarto eran para él y la otra mitad
para mí. Lo gastaba. Yo, que no me vuelva sin los cuartos de los dulces. Y
nada. ¡Usted ha visto cosa! Se cogía todos los cuartos, me robaba. Un día sacó dos cincuenta que tenía en el pantalón
y cuando volvió a los tres días metiéndome cuento. Se lo bebió… Yo no tengo la
culpa.
MADRE. Yo no
sabía nada. Tan ocupada que tiene que
estar una con todos los oficios de la casa. Aguantar al marido y encima todo
esto. Desde pequeño sembré en él la semilla de la fe cristiana. Yo sólo podía
llevarlo a misa los domingos. ¡Yo no tengo la culpa!
Cesa el asedio
a Caballo. Se representa rápidamente el
asalto de la risa. Oscuro.
Transición de
luces. Un TITIRITERO con los niños del Centro de Reeducación Infantil, llamado también
El Reformatorio.
SICÓLOGA. (Al titiritero.) No, reaccionan como los
demás niños. Eso, no les haga caso, cuando molesten. Porque si les hace caso seguirán molestando.
La indiferencia puede mantenerlos tranquilos.
Se oyen golpes
metálicos y una voz que sobresale, que grita.
TITIRITERO.
¿Y ese ruido?
SICÓLOGA. Es
uno que está trancado en el cuarto oscuro. Lleva dos días dándole con los pies
a la puerta.
VOZ. ¡Déjenme
salir! ¡Coño! Ta mardita, ta mardita, ta mardita! ¡Coñooooo!
Niños rodean
al Titiritero. Pidiéndole dinero. Preguntándole qué lleva dentro de la maleta.
Caballo acorrala a la HIJA de la Sicóloga que está de visita. El Titiritero logra sentar a los niños y
representa una brevísima historia. Los niños participan.
CABALLO. (A la niña hija de la Sicóloga.) ¿Tú ve
yo?, nada. Si tenía basura, cosa loca en la cabeza, ¡ya!, voló to eso… Mira: lo
dice tu mamá: yo: nada, nada. ¿Sabes por qué? Porque soy inteligente. Mira como
leo esto: “Mi mamá me ama”, “La pipa de papá”.
Y oye, en este periódico: “Pre-si-dente
Guzmán dice: ¡Hay Pe-troleo en Charco Lar-go!” ¡Y tú verá!
HIJA. ¡¿Y tú,
ya sabes pintar?!
CABALLO.
¡Muchacha! To lo cuadro de arriba son los míos.
HIJA. Te voy
a traer otra acuarela.
CABALLO. (Dubitativo.) Coño, ¡tú si eres buena! ¡¿Todos
los colores!?
HIJA. No. Son
los colores básicos: rojo, azul, amarillo. Los ligas y sacas muchísimos
colores. Te voy, bueno, a todos les voy a enseñar la técnica. ¡Pero, estate quieto! ¡Muchacho! ¡Mamá! ¿No
te puedes estar tranquilo? (Susurrándole, atareada.) ¡Que te estés
quieto, ¿no oyes?!
CABALLO. Eres
tú, mamacita, la que me tienes curao. Yo con do así aterrizo en el cielo.
HIJA. ¡Bicho
el diablo! ¡Suéltame!
Vienen varios niños internos a ver el forcejeo.
CABALLO.
¡Mira, yo no me puedo aguantar! (La
tiende en el suelo.)
HIJA. (Peleando.) ¡Mamá! ¡Guardia! ¡Rosita!
Los niños los rodean.
CABALLO.
¡Mamacita! ¡Dique que yo no la agarraba! ¡Miren!
AURELITO. (En voz baja.) Diablo, ¿la agarrate? Te
van a joder en la burra, el cuarto oscuro. ¡Ay, coño, suéltala! Mira que te van a joder. Tú si ere un toro, ¡coño, la agarrate! ¡Pero
suéltala!
SICÓLOGA.
¡Todos! ¡Para allá! ¡Levántate! Pero, ¿qué tú eres?, ¡¿una bestia?! (Señala
al Titiritero.) Vienen a darle
recreo y a enseñarles algo nuevo, y esa es la imagen que ustedes les dan a los
visitantes. (La Hija, arreglándose, se
refugia en sus brazos.) ¿Qué te hizo?
¡La arañaste! ¡Ay! ¡Viene de
voluntaria, este angelito, a enseñarles, y ustedes, la aruñan!
UNO. Fue
Caballo.
SICÓLOGA.
¡No, no! (Por Caballo.) ¡¡¡Que te
saquen!!! (Sale rápidamente con su Hija.)
TITIRITERO.
¡Tranquilos! (Presenta otros muñecos.)
Chepito, Aselma, Perrito, Fun. (Los niños
lo rodean.)
AURELITO. (Toma un títere.) Yo soy el hombre
increíble, sufre una extraña mutación en su cuerpo. ¡Arrrrgg! Ven, pa rajarte. Mire, coño. —Ay no, eso es malapalabra—. Papá
dame un chele. (Los niños están pidiéndole dinero al Titiritero, lo empujan. El
Titiritero cae sentado.)
TITIRITERO.
¡En esta posición, fue cuando pensé escribir esta obra!
Dos Custodios llevan a Caballo para el cuarto de
castigo.
CABALLO.
¡Coño, si me llevan pa la burra, rompo la puerta! (Se resiste. Lo sacan cargado.)
El Titiritero
improvisa una brevísima escena con sus muñecos.
Cruza rápidamente la Sicóloga seguida por dos
custodios.
SICÓLOGA.
¿Caballo? ¡Es uno que está trancado en
el cuarto oscuro…!
El Titiritero
graba los gritos y golpes contra la puerta de Caballo y su compañero de cuarto
de castigo.
Empieza a
llenarse la escena de humo.
SICÓLOGA.
¡Hay un fuego!
VOZ. ¡Están quemando las colchonetas!
Las voces y estallidos de la puerta estremecen
el recinto.
SICÓLOGA. ¡Las llaves! ¡Hay que sacarlos, rápido!
VOZ. ¡Las llaves se las llevó Polibio!
SICÓLOGA. ¡Busquen a Polibio!
VOZ. ¡La manguera, pa echarles agua por la brecha!
OTRA VOZ. ¡No hay agua!
VOZ 2. ¡Deja
la segueta! ¡El portón sólo abre con la llave!
Los niños
internos y el Titiritero escapan del humo, corren de un lado para otro. Los chillidos de Caballo y el otro castigado
en el cuarto oscuro, aumentan. Ahora claman por ayuda.
VOZ. ¡Polibio
fue a comer a su casa y se llevó las llaves, ese desgraciao!
SICÓLOGA.
¡Dios mío! ¡¿Quién tiene el teléfono de su casa?!
OTRA VOZ. ¡No
tiene teléfono! ¡Voy a buscarlo ahora
mismo en el motor!... ¡Pero, toy quedao!
SICÓLOGA. ¡Toma para la gasolina!
Aumenta el
humo, los gritos de los atrapados, y la percusión de los pasos junto a la babel
de voces de los que huyen, ayudan o cruzan con cubetas de agua. Sonido del
motor que enciende, arranca y se aleja. Continúa el tumulto, mientras la escena
se torna, lentamente,
Oscura.
Circulo de luz sobre el rostro de la Sicóloga. Contesta a una pregunta, en tres minutos, sobre las causas de la delincuencia infantil y juvenil y cuáles remedios puede aplicar la sociedad para remediarla. Luego cuenta:
SICÓLOGA. Esa vez las quemaduras fueron leves, los
niños en el cuarto de castigo casi se asfixian, pero Porfirio apareció “a
tiempo” con la llave. Seis años más
tarde Porfirio hizo lo mismo, desapareció de fin de semana portando las llaves,
varios niños quemaron las colchonetas sin saber que nadie, ¡nadie! podría
abrirles las puertas; ahí murieron en el incendio 12 niños, y 22 padecieron quemaduras
graves… ¿Yo? Seguí trabajando allí como
tres meses más… hasta que me fui a Puerto Rico, a vivir con mis hermanas, las
tres residimos y trabajamos allá. Y haciendo las diligencias para llevar a mi
hija también a Puerto Rico. Antes de renunciar, dejé un diagnóstico de la
situación sobre el estado en que se encontraban los Institutos Preparatorios de
Menores y la Casa Albergue y varias recomendaciones sobre algunas medidas
urgentes como la de trasladar a los Centros de Reeducación Infantil a los
menores recluidos en las cárceles comunes como la de la Victoria; mejorar las
instalaciones físicas y las condiciones sanitarias de los Institutos
Preparatorios; la reestructuración y tecnificación del personal; la aplicación
de metodologías eficaces para tratar a los niños internos; alimentación
apropiada con un menú diseñado por la División de Nutrición de la Secretaria de
Salud Pública y Asistencia Social… Y otras sugerencias, que espero que algún
día se implementen en mi país…
Oscuro.
ESCENA III
Niños con
pinturas a un lado. Al otro lado la PROMOTORA.
PROMOTORA. (Aristocrática, de CONANI, exageradamente
maquillada, reluciente de prendas.)
Al término de esta bonita y enriquecedora experiencia felicitamos a
nuestra presidenta con el orgullo de la misión cumplida, y felicitamos a estos
niños que con su talento… (Toma pose para
fotografía y hala la cabecita de un niño con fingida ternura.) ¡Siéntate!
Con su talento y creatividad han demostrado que son verdaderos niños. Por
rescatar estos valores también trabajamos en CONANI. (Profundamente conmovida y admirada.) En este concurso se les pidió
a los niños que pintaran lo que más deseaban en su vida y he aquí el resultado.
Que cada uno muestre su cuadro (Secreto.)
Hacia allá, para que los vea Doña René. Y fíjense qué linda casita, que ha ganado
mención honorífica, y ese rostro de madre ganador del tercer premio. (Aplausos.) ¡Doña René, he aquí el fruto
de este esfuerzo, por cosas así vale la pena trabajar! (Se conmueve. Aplausos.) Y este cuadro que ganó el segundo premio. (Un niño muestra un infante rodeado de
cosas: juguetes, casa, ropas, cuadernos.) El desea tantas cosas, como las desean tantos
niños, y si nosotros pudiéramos... Son
tantos los niños... y ellos, ¿tienen la culpa?
Ayer un empresario se acercó a nuestra institución, y la prensa es
testigo, hizo desinteresadamente una donación de tres mil pesos para nuestra
causa de protección a la niñez desamparada... Él está aquí con nosotros... Con
personas como él (Lo señala.)
remediaríamos muchos, muchos males. (Aplausos.) Hoy entregamos también estos cuadernos (Un cuaderno con foto del presidente
Guzmán.) que van a incentivar a los niños en sus estudios... Y el fruto no
se hace esperar, aquí está el cuadro ganador del primer premio, no puede ser
más conmovedor. (Aplausos.) Es una
pistolita de agua, algunos pensarán: ¿cuál es el significado? el jurado supo
interpretarlo: fue el más humilde de los deseos, un pequeño juguete, un juguete
insignificante de apenas 30 centavos. (Casi
llorando.) Pero su autor (Señala a
Caballo.) nunca tuvo un juguete así, sólo se había conformado con ver jugar
a otros niños, mientras él nunca había tenido una pistolita de agua... Y cómo
si el deseo renaciera en él fíjense la cuidadosa técnica con que acaba su
acuarela, los bordes, la combinación imaginativa de los colores, el simbolismo…
(Aplausos.) ¡Ahí están! (Los niños que ganaron menciones se separan
de los que ganaron primeros premios. La luz va centrándose en Caballo, quien
ríe con la misma picardía del principio.) Y ahora, nuestra presidenta,
felicitará personalmente a los niños y les entregará sus diplomitas de
participación... Con ustedes, nuestra presidenta... (Aplausos. Sonido del Fon,
instrumento que remeda el discurso de la presidenta, con sonidos pedorreros,
mientras el escenario se va oscureciendo lentamente.)
Oscuro.